EL ESTUDIO

El estudio es la suma de fuerzas y voluntades de Pablo, Álvaro y Gustavo Paniagua que en 2.003 comienzan a trabajar juntos, aportando valores propios de la formación profesional de cada uno; Pablo como decorador, Álvaro gestor empresarial y arquitecto Gustavo.
Sin otra meta que la búsqueda del rigor en los criterios estéticos y compositivos y de la calidad del proyecto final, el estudio ha afrontado a lo largo de los años proyectos con enfoques muy diversos; residenciales, comerciales o efímeros, abarcando todo el proceso del desarrollo técnico y creativo desde el proyecto arquitectónico hasta cuestiones de índole estrictamente decorativa.
Cuestiones como confort, ergonomía o eficiencia energética van siempre ligadas a ideales estéticos desarrollados en proyectos que abarcan distintos lenguajes visuales en ciudades tan heterogéneas como Madrid, Londres, Sevilla, Santo Domingo, Ginebra, Marrakech, Barcelona, San Francisco o Málaga.
Tras una primera etapa de trabajo junto a la madrileña Puerta de Alcalá, en la actualidad el estudio, que está compuesto por un equipo sólido de profesionales de la arquitectura y el diseño, se ubica en el barrio de las Letras, en uno de los torreones del Convento de las Trinitarias de San Ildefonso y San Juan de Mata. El monasterio es el principal hito arquitectónico del barrio y fue construido en el siglo XVII siguiendo los dictados estéticos que predominan en otras zonas del Madrid de los Austrias. Bajo el coro de su iglesia reposa por deseo propio Miguel de Cervantes.

PABLO PANIAGUA

Nada sería posible sin Málaga y sin las personas con las que convivo.
En un mundo en el que las influencias y referencias estéticas más diversas están al alcance de la mano, hubiera sido fácil dejarse llevar, pero nada más lejos. Todo, absolutamente todo, cada pieza, cada color, cada geometría, todo podría resumirse en Málaga. Luz, color, lleno, vacío, geometría, alboroto, orden, desconcierto, música. Mares de olivos interminables, atardeceres como ascuas encendidas, lunas enormes sobre las playas. Cuevas pintadas, templos, circos y teatros, alcazabas, catedrales y autopistas, conventos y aeropuertos. Fenicios, romanos, cristianos, árabes, y flamencos cantaores, todos en Málaga.
Infinitas formas de belleza son posibles. Pero de todas ellas, las favoritas, las más sublimes, aquellas espontáneas y no aprendidas. Las del blanco simple y suntuoso de las casas, las de los patios mudos y escondidos, en los que todo parece que nació sin que el ser humano mediara. Belleza de naranjos viejos, de macetas solitarias, la de las fiestas de primavera que solas se adornan y solas se embelesan con ellas mismas. La de las mujeres andaluzas, mis tías, mis abuelas, mi madre, que me enseñaron sin saberlo y de las que aprendo de forma inconsciente cada día.
Y nada sería posible sin el esfuerzo de aquellas personas poseedoras de saberes antiguos y a veces perdidos. Dueños de habilidades casi mágicas, a veces misteriosas, cómo perdidas en el tiempo. Y que con sus manos dan forma a los pensamientos más dispares, haciendo de los objetos más modestos, obras de la mayor altura de la que es capaz el hombre.
Pablo Paniagua es Licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, Diplomado en Arquitectura Interior por la Universidad Politécnica de Madrid y Máster en Artes Decorativas por la Universidad de la Sapienza de Roma